Terapia con tu pareja: no te siento a mi lado
Cogí el metro. A cierta distancia, percibí detrás de mí a una mujer musulmana, que sólo mostraba su rostro. No le di más importancia, validé la tarjeta, y crucé la barrera. Pero mis ojos, que van más rápidos que mis pensamientos y tienen vida propia, decidieron de nuevo fijarse en otra persona: también a cierta distancia, esta vez delante de mí, vi un hombre árabe, quizás marroquí caminando hacia el andén.
Hasta aquí todo normal, anodino. No me planteé nada; soy psicólogo, analista Junguiano, estoy acostumbrado diariamente a trabajar con el inconsciente, pero no soy “más papista que el papa”, y procuro “dejarme vivir”; eso sí, precisamente debido a mi trabajo, me permito que mis sentidos fluyan; si hay de haber algo más, ya llegará.
Y llegó. Súbitamente, como un rayo, me asaltó una pregunta: “¿será su esposo?” “No puede ser, camina rápido, no unos pasos por delante, sino muy alejado de ella.” Con lo que aparté la pregunta-rayo mientras esperaba el metro, que ya llegaba. Pero mi inconsciente seguía fluyendo, e hizo que mirara de nuevo hacia el hombre, el cual, entonces, giró su cabeza hacia atrás, localizando a la señora tapada de azul. Se abrieron las puertas del metro, entramos, me senté, él localizó un asiento casi enfrente de mí, y volvió a girar su cabeza hacia la entrada del vagón por la que, parsimoniosamente, entraba la mujer y se colocaba, sin sentarse, a un asiento de distancia del hombre, cerca de la barra. Más tarde él le comentó algo a ella.
Sí, eran pareja. Esta conducta choca muchísimo en nuestra cultura, y muchas personas la censuran pues resulta inaceptable; nosotros no lo hacemos… ¿o sí? Veamos: las parejas no sólo caminamos juntos, si no cogidos: de la mano, del brazo, de la cintura… a veces con la mano dentro del bolsillo trasero del pantalón de nuestra pareja (sutil forma de ir tocándole el culo a nuestro amor –suelen hacerlo los más jóvenes-)
Como veis, tenemos mucha proximidad… física. ¿Y anímica? ¿Y de corazón? ¡Ah!, eso es harina de otro costal… en nuestra cultura podemos estar físicamente bien juntos, pero interiormente muy alejados… podemos estar juntitos en el sofá compartiendo un programa de televisión, una película, pero cada uno en un mundo diferente. Pasear cogidos por la calle, pero la sensación es la misma que pasar a solas.
“Tengo marido e hijos, pero me siento muy sola” es una de las quejas típicas que recibimos en nuestra consulta. Nuestra primera recomendación es abordar la situación con nuestra pareja, pero sin reproches (que es lo más difícil); de forma tranquila (no fría) exponer cómo nos sentimos, hay que hacerlo con cuidado para que el otro no se sienta atacado, pues entonces lo único que hará será defenderse, no nos escuchará. Si queremos desahogarnos, lo hacemos con los amigos, o con el psicólogo (que, además de recibir la carga, nos ayudará emocionalmente a abordar la situación); si queremos que el otro nos entienda, hay que estar sereno y sin transmitir culpa ni reproche. Dos adultos que se comunican.
Cuando esto se expone en terapia con tu pareja, evidentemente es más sencillo y directo: la persona que se siente sola tiene el valor de decirlo y explicarse. El terapeuta ayudará a suavizar la tensión que puede sentir su pareja, y aportará matices que mejorarán la comunicación entre ambos, permitiendo que luego el otro exponga su sensación… a lo mejor resulta que también se siente solo, y nunca se había atrevido a decirlo (o, si es el hombre, ni era consciente de ello hasta este momento)
Juan Carlos Albaladejo
Psicólogo Clínico
Analista Junguiano
Terapeuta de Sandplay
ESPERANZA Psicólogos